Uruguay, Maldonado
16 de mayo de 2024

Es difícil explicar la oscuridad, el casi secreto en que ha permanecido la obra poética de Maruja Díaz, o Maruja Guerra, como la llamamos. Poemas excelentes aparecidos en Al pie de las letras, página literaria de La Mañana, que dirigía Benedetti, en Marcha, en dos delgados libros – Desde antes de la infancia, 1964, y Poemas del tiempo, 1965, publicados por “Aquí poesía” – todo ello en la década del 60, fueron una ola que rompió y se retiró sin dejar casi rastros.

Puede parecer una afirmación poco seria o discutible, pero muchos de sus pocos y fieles lectores coinciden en que la gran culpable de que una y otra vez cayera el olvido sobre una de nuestras mejores poetas fue la larga y poco recordable firma que autorizaba sus publicaciones: María Amelia Díaz de Guerra, o alguna de sus variantes. Es natural que, de todos modos, no podía ser esa la única causa. Hubo otra de peso que padecen muchos escritores del interior.

Pese a ser muy montevideana, nacida en la ciudad vieja, debe trasladarse con su familia a Maldonado, donde transcurre toda su adolescencia. Cuando, a los veinte años, regresa a su ciudad vieja, participa en cierta medida en la vida intelectual del momento. Pasa por la Facultad de Humanidades y se la ve en los cursos de Estética, que dictaba Emilio Oribe, en los de Historia, a cargo de Petit Muñoz, en los de Espínola, pero siempre a su manera solitaria y recatada, aislada de lo que podríamos llamar su generación.

Porque Maruja es contemporánea de la generación del 45 – o como se la llame, ya que de algún modo hay que hacerlo – y su poesía se inscribe cómodamente en su entorno literario. Sin embargo, su apartamiento y una exigencia que le inhibe toda publicación hasta estar segura, hacen que su aparición no se produzca, como ya anotamos, hasta la década del 60.

También la tienta la narrativa, y por esos años son premiados y publicados algunos de sus cuentos. Poco después, a los 23 años, está de vuelta en el que será ya definitivamente su Maldonado. Allí, pasado el tiempo, descubre otra posibilidad suya: encuentra un rico e intacto material de la historia del departamento, un olvidado filón en el que comienza a trabajar con inagotable interés y que hasta ahora ha dado lugar a publicaciones diversas y a tres trabajos mayores: Diccionario biográfico de la ciudad de Maldonado (1755 – 1900), 1974, “Primitivas familias de San Carlos”, en la Revista del Instituto Genealógicos del Uruguay, No. 3 y 4, 1982 – 1983, y Documentación relativa a los esclavos en el Departamento de Maldonado, 1983. “Yo no soy una historiadora”, afirma, “Lo único que hago es trabajar en el rescate de una riquísima documentación que permanecía inédita cuando la descubrí … descubrí un Maldonado tentador, misterioso, olvidado y real”.

Paralelamente, y buscando revelar otras vetas de su Departamento, funda y dirige una estimable revista, La Ballena de Papel, que consigue el milagro de sobrevivir desde 1968 hasta 1972, y que a veces cobijó páginas de verdadera importancia, como fue el caso del No. 3, dedicado íntegramente a Alvaro Figueredo, que incluía materiales éditos e inéditos de y sobre el autor.

Habría que recordar otro motivo de alejamiento de la autora: un año en la Facultad de Humanidades de Madrid siguiendo un curso de literatura española, entre 1950 y 1951. Y habría que añadir que su vida y su obra siguen transcurriendo, callada y retiradamente en el este.

(…)

En fin, hay que entrar a esta poesía confesional y recatada, a este mundo sensual y espiritual, hay que conocer o volver a conocer a Maruja y, esta vez, no olvidarla.

— Idea Vilariño
Prólogo de Poesía, Maruja Díaz, 1983

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